El género es un conjunto de características sociales y culturales habitualmente asociadas al sexo y con las que una persona se identifica (mujer, hombre o no binaria). Puede condicionar el estilo de vida, los riesgos que asumimos, cómo percibimos nuestra salud, cómo nos cuidamos, cómo utilizamos los servicios médicos y cómo estos servicios nos atienden.
¿Influyen el sexo y el género en el diagnóstico de enfermedades?
Todo esto puede influir en la probabilidad de padecer una enfermedad, en sus síntomas y en su evolución. Y, de hecho, la ciencia ya lo ha demostrado. A finales del siglo pasado ya se empezó a hablar de la necesidad de adaptar la medicina teniendo en cuenta el sexo y el género. Las enfermedades del corazón, como el infarto de miocardio, fueron uno de los primeros ejemplos, pero hoy en día ya sabemos que también existen diferencias en muchas otras enfermedades, como el cáncer, las infecciones, las enfermedades respiratorias o los problemas de salud mental.
Por ejemplo, en conjunto, el cáncer es más frecuente en hombres, pero algunos tipos de cáncer son más comunes en mujeres. En el infarto de miocardio, aunque las mujeres tienen dolor torácico igual que los hombres, a menudo también presentan síntomas asociados como dificultad para respirar o fatiga. Si no se conocen, el diagnóstico de infarto puede retrasarse o no hacerse, con las graves consecuencias que ello implica. Además, existen factores de riesgo propios de las mujeres que habitualmente se ignoran, como algunas complicaciones del embarazo o la menopausia precoz.
Diferencias de género en la respuesta a los tratamientos médicos
La respuesta al tratamiento también puede ser diferente. Un caso sería el de la inmunoterapia. Aunque ha revolucionado el pronóstico global del cáncer, en algunos tipos de cáncer, como el de pulmón, es mucho más efectiva en hombres que en mujeres. Por otro lado, la toxicidad derivada de los tratamientos en general es mucho más elevada en las mujeres.
También la relación con el sistema sanitario es diferente entre mujeres y hombres. Las mujeres suelen acudir más tarde cuando presentan síntomas y son más cumplidoras con el tratamiento. Y algunos factores socioculturales, como la pobreza o el maltrato, que siempre influyen negativamente sobre las enfermedades, tienen un impacto más fuerte en las mujeres.
A pesar de todo, la medicina actual a menudo no tiene en cuenta estas diferencias. De entrada, es difícil diferenciar cuál es la influencia del sexo y cuál la del género. Se suele generalizar hablando de mujeres y hombres, y por tanto la información obtenida puede no ser suficiente. En la investigación científica hay, además, dos grandes problemas. El primero es que las mujeres están menos representadas: muchos estudios incluyen pocas mujeres o no las incluyen, sobre todo si están embarazadas o pueden quedar embarazadas. El segundo problema es que, a menudo, los resultados se aplican a toda la población por igual, sin analizar las diferencias entre sexos y géneros. Esto hace que se pierdan datos muy importantes y que la medicina no sea tan precisa como podría ser.
A pesar de la dificultad, hay que continuar con los esfuerzos realizados hasta ahora, porque no hacerlo puede implicar una peor atención sanitaria y peores resultados en salud. Es necesario ponerse las gafas de la perspectiva de sexo y género para reescribir una medicina mejor, más personalizada y más equitativa.