El estudio, presentado en el Congreso ECNP 2025 en Ámsterdam, muestra que la comunicación entre dos regiones clave del cerebro —la amígdala y la corteza prefrontal— se ve sensiblemente reducida, lo que podría estar relacionado con la desregulación emocional que habitualmente acompaña al TEPT tras una agresión sexual.
La primera autora del estudio es la Dra. Lydia Fortea, investigadora del grupo Imagen de los trastornos relacionados con el estado de ánimo y la ansiedad (IMARD) del IDIBAPS. El estudio se enmarca en un proyecto de colaboración entre el Programa de prevención y tratamiento de las secuelas psíquicas en mujeres víctimas de agresión sexual, del Hospital Clínic, y el grupo IMARD. Las colíderes del proyecto son la Dra. Adriana Fortea, psiquiatra del programa e investigadora del IDIBAPS, y la Dra. Olga Puig, psicóloga clínica, coordinadora del programa e investigadora del IDIBAPS. El proyecto cuenta con el apoyo de la Fundación Alicia Koplowitz y la ayuda a la investigación Pons-Bartran del Hospital Clínic.
El impacto cerebral del trauma emocional
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es una trastorno mental que puede aparecer tras vivir una experiencia traumática. En el caso de las agresiones sexuales, se estima que hasta el 70% de las mujeres desarrollan este trastorno, que se caracteriza por síntomas como miedo intenso, ansiedad, recuerdos intrusivos y pesadillas, alteraciones del estado de ánimo e hiperalerta.
El TEPT tras una agresión sexual suele ser especialmente grave y puede ir acompañado de depresión, pensamientos suicidas y otros trastornos emocionales. A pesar de que la violencia sexual es una de las formas de trauma más frecuentes entre mujeres, la mayoría de estudios sobre TEPT se han centrado en otros tipos de eventos traumáticos, como guerras o desastres naturales.
Cuando el cerebro deja de comunicarse
El estudio ha analizado imágenes cerebrales de una muestra inicial compuesta por 40 pacientes, adolescentes y mujeres adultas, con TEPT tras una agresión sexual ocurrida en el último año, comparándolas con un grupo de mujeres sin TEPT ni historia de violencia sexual, de edad similar. Mediante resonancia magnética funcional en reposo, se ha observado que en más de la mitad de las mujeres con TEPT (22 de 40), la comunicación entre la amígdala y la corteza prefrontal ventromedial —dos regiones clave para gestionar el miedo y las emociones— estaba prácticamente perdida, llegando a valores cercanos a cero.
“La amígdala es responsable de procesar emociones como el miedo, mientras que la corteza prefrontal ayuda a regular esas emociones. Cuando esta conexión se debilita, el cerebro puede tener dificultades para controlar las respuestas de miedo o gestionar el estado emocional, lo que podría explicar algunos de los síntomas más intensos del TEPT”, explica Lydia Fortea.
Aunque por el momento esta alteración cerebral no se relacionó directamente con la intensidad de los síntomas clínicos, las investigadoras consideran que podría ser por el tamaño de la muestra. Prevén que pueda encontrarse esta asociación con la muestra completa del estudio o bien que podría tratarse de una característica propia del trastorno, más allá de su expresión clínica.
Hacia una mejor comprensión y tratamiento del TEPT
Este hallazgo refuerza la idea de que el TEPT tras una agresión sexual está vinculado a disfunciones en los circuitos cerebrales que regulan el miedo y las emociones, y que estas alteraciones aparecen de forma temprana tras la agresión. El equipo investigador plantea que estas alteraciones podrían servir en el futuro para identificar precozmente a las pacientes con mayor riesgo de evolución desfavorable y adaptar las estrategias terapéuticas.