En los últimos años, el vegetarianismo ha ganado popularidad a escala global, motivado por razones éticas, medioambientales y de salud. Diversos estudios han indicado que seguir una dieta vegetariana podría estar asociado a mejores indicadores de salud metabólica y a una menor incidencia de enfermedades crónicas. Sin embargo, muchos de estos trabajos no han tenido en cuenta las diferencias sociodemográficas entre los grupos estudiados, lo que puede introducir sesgos y dificultar la interpretación de los resultados.
Ahora, investigadores del Clínic-IDIBAPS y del Consorcio de Atención Primaria de Salud Barcelona Esquerra (CAPSBE) han liderado un estudio publicado en la revista Public Health Nutrition. “El objetivo era conocer cuántas personas siguen un patrón de ingesta exclusivamente vegetariano y compararlas con personas de características similares (edad, ingresos, estudios, etc.) que no siguen una dieta vegetariana”, explica Luis González de Paz, investigador del grupo de Investigación Transversal en Atención Primaria del IDIBAPS y líder del proyecto.
Características de las personas vegetarianas en España
El análisis muestra una distribución desigual del vegetarianismo entre las distintas comunidades autónomas. Las regiones con mayor prevalencia son Cataluña, la Comunidad Valenciana, el País Vasco, Navarra y las Islas Canarias, con hasta 12,2 personas vegetarianas por cada 1.000 habitantes. En cambio, en el sur del Estado, la prevalencia cae por debajo de las 2 personas por cada 1.000 habitantes.
El perfil de las personas que declaran no consumir nunca carne ni productos de origen animal presenta un patrón muy característico: el 69 % son mujeres, el 42 % tiene estudios universitarios y el 71 % no conviven con otra persona en el domicilio. Estos datos coinciden con las tendencias observadas en otros países europeos, donde las dietas vegetarianas también son más comunes entre mujeres jóvenes con un alto nivel educativo.
Cuando se compara la dieta de las personas vegetarianas con la de aquellas que no tienen restricciones respecto al consumo de carne ni de sus derivados, se observa que los vegetarianos siguen una alimentación más saludable: el 83 % consume verduras a diario, frente al 44 % de quienes comen carne, y el 66 % ingiere legumbres al menos tres veces por semana, frente al 35 % de los no vegetarianos. También evitan con mayor frecuencia la comida rápida —solo un 42 % la consume ocasionalmente, frente al 64 % de las personas no vegetarianas— y consumen menos dulces: únicamente un 14 % los toma habitualmente, en comparación con el 33 % de los no vegetarianos.
Cuando se comparan con personas de perfil sociodemográfico similar, no se han encontrado diferencias en el estilo de vida: ni en el consumo de tabaco o alcohol, ni en la actividad física, ni tampoco se ha observado que esta dieta se asocie a una mayor o menor presencia de enfermedades. Sin embargo, sí se ha visto que el grupo de personas vegetarianas presentaba una mayor probabilidad de mostrar síntomas de depresión. “Estos resultados, sin embargo, deben interpretarse con cautela: el estudio no puede establecer relaciones de causa y efecto, y es posible que intervengan factores sociales y emocionales que influyan en las elecciones alimentarias”, apunta Luis González de Paz.
La alimentación no es una cuestión aislada, sino parte de un sistema complejo
“Los resultados del estudio refuerzan la idea de que la alimentación no es solo una cuestión de nutrientes: refleja valores, contexto vital y bienestar emocional”, explica Natalia Echiburu, médica del CAP Casanova (CAPSBE) y una de las autoras del trabajo.
El análisis pone de manifiesto que la capacidad de seguir una dieta determinada, como el vegetarianismo, no depende exclusivamente de la voluntad personal, sino que está profundamente condicionada por factores como la situación laboral, el nivel educativo o la disponibilidad de una red de apoyo familiar. Además, deben considerarse los condicionantes económicos, como el acceso a alimentos frescos o el coste de los productos sustitutivos, especialmente en dietas que excluyen la carne y los derivados animales.
También es fundamental tener en cuenta los factores emocionales y de salud mental que pueden influir en las elecciones alimentarias. La alimentación puede reflejar el sentido de control, la identidad personal o el bienestar emocional de una persona, y estos aspectos son especialmente relevantes cuando se habla de cambios o restricciones en la dieta.
“Los consejos nutricionales deben ser personalizados, basados en la evidencia, y tener en cuenta los factores sociales, económicos y emocionales de las personas. La alimentación no es una cuestión aislada, sino parte de un sistema complejo que incluye la salud física, la salud emocional y las condiciones de vida”, concluye González de Paz.
Artículo de referencia:
Echiburu N, Also-Fontanet A, Sisó-Almirall A, González-de Paz L. Impact of Plant-Based Diets and Associations with Health, Lifestyle, and Healthcare Utilization: A Population-Based Survey Study. Public Health Nutrition. Published online 2025:1-23. doi:10.1017/S1368980025100669