Un confort laboral insatisfactorio
“Para mí es una historia feliz, aunque la gente lo vea como una historia trágica. Al menos, una historia con final feliz.” Con esta frase, Antonio resume un proceso vital que lo ha llevado desde el mundo de la banca hasta los pasillos del Hospital Clínic Barcelona, donde hoy ejerce como enfermero.
Durante años, su trayectoria profesional había estado ligada a la banca electrónica, a los mercados financieros y a las nuevas tecnologías. “Trabajé muchos años en banca… pero llega un momento en que eso no me satisface”, recuerda. Aun así, el paso de los años, la estabilidad y un buen salario hacían difícil plantearse un cambio: “Yo ya había pasado de los 40 y entonces te vuelves muy conformista. Aunque no te guste ni estés a gusto, ni estés bien con aquello que estás haciendo.”
El diagnóstico que lo altera todo
En 2019, su padre enfermó de un riñón y entró en lista de espera para un trasplante. Tras la operación en el Hospital Carlos Haya de Málaga, la evolución no fue la prevista: “Mi padre perdió mucho peso, perdió la voz… y en medio de la pandemia nos dieron el diagnóstico: ELA. No sabíamos lo que era, lo único que entendimos es que mi padre se iba a morir.”
Ese momento obligó a la familia a reorganizarse. “Yo vivía solo y volví a casa de mis padres, a mi habitación de toda la vida. Mi hermana también vuelve, como una reunificación familiar para disfrutar del tiempo que le quedaba a mi padre.”
A medida que la enfermedad avanzaba, Antonio sentía que necesitaba saber más. “Cuando venía el 061 a hacer las curas me veía muy limitado”, explica. La necesidad de aprender a cuidar a su padre lo llevó a coger una excedencia e inscribirse en el Grado de Enfermería en la Universidad de Almería. “Lo único que me movía era aprender a cuidar a mi padre, sin ninguna vocación.”
El punto de inflexión que abre una nueva etapa
El curso empezó en septiembre y, al cabo de un mes, su padre murió. Antonio reconoce que se planteó abandonar los estudios, pero su madre —también enfermera— le animó a terminar el primer curso para decidir en consecuencia.
Ese consejo abrió una etapa nueva. “Terminé la carrera, dejé el banco… y ese fue el empujón definitivo.” La enfermería, que había empezado como una necesidad circunstancial, se convirtió en el nuevo rumbo profesional.
Práctica profesional a la llegada al Clínic
Una vez terminado el grado, el interés por la gestión y el liderazgo enfermero influyeron en su decisión final. “Mi profesora de gestión en Almería me dijo que, con gran diferencia, las mejores enfermeras gestoras de España están en Barcelona y, dentro de Barcelona, en el Clínic. Entonces luché por venir aquí.”
Desde el primer día, asegura que ha encontrado un equipo que lo ha ayudado a crecer: “Me están ayudando desde el minuto cero… Tenemos una planta con mucha carga de trabajo, pero siempre están dispuestos.”
Sobre la práctica asistencial, dice que da importancia a la relación con el paciente: “Para una persona no es agradable estar en el hospital; hay que hacer que el tiempo que esté sea lo más agradable posible.” También remarca el aprendizaje transversal del trabajo en equipo, un elemento que cita como clave: “Si el hospital está limpio es por una gran limpiadora; los TCAI son tus pies y manos; los celadores mueven a los pacientes… tú no eres nadie sin cada miembro del equipo.”
El recorrido de Antonio pone de relieve dos aspectos: la transformación personal motivada por una necesidad concreta de cuidado y la importancia de la formación y la gestión en el ámbito asistencial. Su experiencia subraya el papel del trabajo en equipo y de la gestión enfermera en centros de alto nivel. En este sentido, la profesionalidad del Hospital Clínic Barcelona —entendido como un conjunto de estructuras, protocolos y equipos— se refleja en la combinación de conocimiento, práctica clínica y coordinación interprofesional que garantiza una atención integral y especializada.
