Tratamiento del Síndrome de Transfusión Feto Fetal

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La evolución natural de la transfusión feto fetal implica una alta morbimortalidad en útero o neonatal en la mayoría de los casos, con tasas de discapacidad neurológica entre el 40-80% y de mortalidad de, prácticamente, el 100% de los casos si aparece antes de las 20 semanas, y del 80% si aparece entre las 21 y las 26 semanas.

El diagnóstico temprano y un tratamiento en el momento adecuado, son esenciales para mejorar el pronóstico. Es una enfermedad que requiere un tratamiento urgente, en los días siguientes al diagnóstico, dado que puede progresar rápidamente.

El tratamiento de primera elección para el síndrome de transfusión feto fetal severo es el quirúrgico: la cirugía fetoscópica.

La cirugía fetal (fetoscopia) es el tratamiento de elección de la transfusión feto fetal. Se propuso como tratamiento del síndrome transfusión feto fetal a principios de los 90.

Se trata de una cirugía mínimamente invasiva. Se realiza una incisión en la piel de unos 3 mm y se inserta una cánula (trocar) hasta el interior de la cavidad uterina a través de la que se introduce una cámara y la fibra láser.

El problema de la transfusión feto fetal radica en la placenta, no en los fetos, por eso el tratamiento también se realiza sobre la placenta. Se obtiene visión directa de la placenta a través de un endoscopio y tras identificar las comunicaciones vasculares, estas se coagulan con láser, eliminando todas las conexiones vasculares entre los fetos y dividiendo la placenta única en dos territorios placentarios independientes, como si se tratara de una gestación bicorial.

En la mayoría de casos se realiza con anestesia local asociada a una sedación para que la gestante esté más relajada. La gestante está dormida, pero respirando espontáneamente.

Después de la cirugía, la paciente debe estar en cama las primeras 24 horas en reposo absoluto. A las 24 horas se realiza un primer control ecográfico y, si no aparecen complicaciones, empieza la movilización y se da el alta a su domicilio.

Durante las semanas siguientes a la operación, se realizan controles ecográficos cada semana y se recomienda mantener reposo relativo y baja laboral hasta el final de la gestación. Se entiende por reposo relativo, no hacer presión abdominal (no coger pesos, no hacer ejercicios que aumenten la presión abdominal), movilizaciones cortas (moverse por casa, caminar durante 5-10 minutos seguidos), pero frecuentes.

Un tratamiento de segunda elección es realizar un amniodrenaje. El amniodrenaje consiste en introducir una aguja en el interior de la cavidad amniótica con el objetivo de extraer el exceso de líquido amniótico del saco del receptor y, así, reducir la presión y el riesgo de parto pretérmino.

Los resultados obtenidos con este método son claramente inferiores al láser y por tanto, se reserva su uso para casos en los que el láser no es posible o está contraindicado.

La supervivencia promedio con este método es cercana a un 60%, con tasas de discapacidad neurológica superiores al láser. Con esta terapia se consigue prolongar la gestación, pero solo es un tratamiento sintomático, no trata la causa de la enfermedad, que es la presencia de la transfusión a través de las anastomosis ya mencionadas.

Información documentada por:

Mar Bennasar Sans
María Marí Guasch

Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 8 de julio del 2025

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