La Comisión EAT-Lancet, formada por expertos internacionales en nutrición, salud pública y sostenibilidad, ha publicado un informe que propone una transformación del sistema alimentario mundial. Su objetivo es claro: lograr dietas saludables, sostenibles y equitativas que permitan alimentar a toda la población sin agotar los recursos del planeta.
Un sistema insostenible y poco saludable
Cada año, más de 15 millones de muertes podrían evitarse con una dieta más equilibrada.
El exceso de calorías, grasas saturadas, azúcares y sal, junto con la falta de fibra, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad. Pero el impacto no se limita a la salud individual: el sistema alimentario actual es responsable de más del 30% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, de la deforestación y de la pérdida de biodiversidad.
Si no se modifican las tendencias actuales, en 2050, cuando el planeta albergue a casi 10.000 millones de personas, será imposible cubrir las necesidades alimentarias globales sin agravar la crisis climática.
¿Qué es la dieta de salud planetaria?
En este informe se propone la llamada “dieta de salud planetaria” (Planetary Health Diet, PHD) que combina dos grandes metas: cuidar la salud humana y proteger el medio ambiente.
Se basa en alimentos de origen vegetal, mínimamente procesados, y limita el consumo de carnes rojas y productos de origen animal. El objetivo no es eliminar ningún grupo de alimentos, sino encontrar un equilibrio que beneficie tanto al cuerpo como a los ecosistemas.
Además, esta dieta subraya la necesidad de equidad. Hoy, el 30% de los países más ricos del mundo generan más del 70% del impacto ambiental derivado de la producción de alimentos. Mientras tanto, solo el 1% de la población mundial vive en un entorno alimentario sostenible y justo.
Las recomendaciones de la Comisión EAT-Lancet
El informe propone una hoja de ruta concreta para 2050. Algunos de sus puntos principales son:
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Reducir en dos tercios el número de animales de granja.
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Duplicar el consumo de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y semillas.
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Reducir a la mitad el consumo de carne roja y azúcares añadidos, especialmente en los países más ricos.
Con estos cambios se lograría una drástica reducción de las emisiones de CO₂, del uso de antibióticos en la ganadería y de la incidencia de enfermedades crónicas no transmisibles.
En una dieta de referencia de 2.400 kcal diarias, esto se traduciría en una dieta con más vegetales y menos carne roja, sin eliminarla del todo:
