28 de noviembre del 2024
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Tratamiento de la Cardiopatía Isquémica
Una vez hecho el diagnóstico de síndrome coronario agudo (angina de pecho inestable o infarto agudo de miocardio), el paciente debe permanecer hospitalizado y en reposo. Si se trata de un infarto por oclusión total de la arteria, el tratamiento se dirige a desobstruir la arteria lo más rápido posible, ya que cada minuto que pasa cuenta.
Las medicaciones utilizadas en el momento agudo son:
Ácido acetil salicílico (Aspirina). Hace que las plaquetas no se peguen unas a otras dentro de la arteria, por lo que disminuye la formación de trombos. Es el primer fármaco a administrar en cuanto se produce dolor en el pecho, incluso en domicilio.
Otros antiagregantes plaquetarios. Refuerzan la acción del ácido acetil salicílico para evitar la agregación de las plaquetas. El más común es el clopidogrel, pero prasugrel y ticagrelor también se usan en casos de especial gravedad.
Anticoagulantes. Mediante otro mecanismo, también van dirigidos a disolver los trombos de dentro de la arteria. Se usan diferentes tipos de heparina que se administran por vía endovenosa o subcutánea.
Betabloqueantes. Su función es frenar el corazón, que se quede en estado de reposo para demandar menor oxígeno. Además, también reducen el riesgo de presentar arritmias.
Fármacos para evitar el dolor. Es posible que en muchos casos se requiera la administración de morfina, si el dolor es muy intenso.
Nitroglicerina. Se puede administrar como una pastilla o espray debajo de la lengua o de forma endovenosa. Su función es dilatar las arterias del corazón para permitir un mejor paso de la sangre.
Trombolíticos o fibrinolíticos. En aquellos casos en que se diagnostique una oclusión total de la arteria por trombo, se pueden administrar estos fármacos, que tienen el objetivo de romperlo y hacer la sangre muy líquida. Son muy potentes y están indicados en unos casos muy concretos; no se administran de forma rutinaria, a diferencia del resto de fármacos.
Aunque todos los pacientes deben recibir tratamiento con medicamentos, en algunas ocasiones, además, se debe intentar recuperar el flujo sanguíneo en el músculo cardíaco.
Angioplastia o revascularización percutánea. El paso inicial es realizar una coronariografía o cateterismo coronario. Si se sospecha que la oclusión de la arteria es total, el cateterismo debe hacerse de forma urgente, sin perder ni un solo minuto. El paciente debe ser trasladado con una ambulancia medicalizada hasta el centro de salud más próximo. Si se trata de una angina de pecho o un infarto sin oclusión total de la arteria, la coronariografía se puede diferir 24h.
Mediante esta prueba, se puede ver qué arteria está afectada. Con el mismo catéter que se ha introducido a través de la ingle o la muñeca del paciente, se pasa un pequeño balón para llegar hasta el sitio donde se encuentra la obstrucción y se hincha de aire. De esta forma, la arteria queda abierta de nuevo. En la mayoría de los casos, además, se coloca un stent, un muelle cilíndrico hecho de metal, que recubre la parte interna de la arteria para evitar que se vuelva a cerrar. Este procedimiento se llama angioplastia con implantación de stent. Los stents actuales están recubiertos de fármacos que impiden que se ocluyan precozmente. La implantación de un stent implica la ampliación del tratamiento farmacológico con un segundo antiagregante durante unos meses.
Como se ha comentado antes, en ocasiones puede que no se observe ninguna obstrucción importante en las coronarias y no se precisa hacer nada más durante la coronariografía. Es lo que se denomina Infarto de Miocardio sin Obstrucción de las Arterias Coronarias (MINOCA) o Sd. de Tako-Tsubo. Estos diagnósticos son más frecuentes en la mujer.
Cirugía de revascularización coronaria o by-pass. En algunas ocasiones, hay obstrucción en más de una arteria coronaria, o las lesiones son múltiples y difíciles de tratar mediante angioplastia. Una alternativa posible para estos casos es la realización de una cirugía cardíaca con by-pass (injertos de arteria o vena de la propia persona para salvar la obstrucción).
Se realiza en quirófano, con anestesia general. Se abre el esternón para dejar el corazón asequible a la mano del cirujano. El torrente sanguíneo se deriva a una máquina de circulación extracorpórea, que se encarga de hacer de corazón artificial y mantener el flujo de sangre a todos los órganos del cuerpo mientras se manipula el corazón.
La cirugía consiste en coser una vena o arteria del propio paciente de forma paralela al vaso enfermo, sin tocar la zona obstruida. De esta forma se consigue hacer un puente, una circulación accesoria, mediante la cual la sangre llega al músculo cardíaco de forma correcta. Se puede utilizar una arteria del propio paciente, llamada mamaria interna, o vena, que se extrae de las piernas.
Un aspecto diferencial entre hombres y mujeres es que éstas poseen arterias coronarias más finas que las de los hombres. Este hecho puede dificultar poner un by-pass de tamaño adecuado, por lo que las mujeres reciben menos injertos y de menos calidad que los hombres, hecho que puede tener repercusiones a largo plazo. El cirujano cardíaco intentará siempre hacer una reparación de la circulación lo más efectiva y duradera posible.
El objetivo fundamental del tratamiento a largo plazo es la prevención secundaria, es decir, evitar que la angina de pecho o el infarto vuelvan a aparecer. Por ello, se debe combinar el tratamiento con fármacos con un cambio en el estilo de vida. Por ello, los objetivos terapéuticos son más estrictos que en la población general y se debe combinar el tratamiento con fármacos con un cambio en el estilo de vida.
Fármacos
Los pacientes que sufren cardiopatía isquémica deben tomar un tratamiento con fármacos cuyo objetivo principal es evitar que se genere de nuevo la obstrucción (antiagregantes y estatinas). Además, en caso necesario, se pueden añadir fármacos con el objetivo de reducir el consumo de oxígeno del corazón, dilatar las arterias coronarias o tratar las complicaciones (arritmias o insuficiencia cardíaca).
Los antiagregantes. Los pacientes que han sufrido cualquier evento derivado de la aterosclerosis, deben tomar antiagregantes de forma crónica, si no existe contraindicación. Estos fármacos hacen que las plaquetas no se agreguen entre ellas y que la sangre se vuelve más líquida, por lo que se reduce el riesgo de trombosis dentro de la arteria coronaria. El ácido acetilsalicílico es el más común.
Las estatinas son fármacos que reducen los niveles de colesterol en la sangre. Además, permiten estabilizar la placa de ateroma y evitar su rotura, así como reducir la inflamación de los vasos sanguíneos y evitar que se produzca el infarto. Por este motivo, las estatinas están indicadas en todos los pacientes con cardiopatía isquémica, aunque sus niveles de colesterol sean bajos.
Los vasodilatadores, como la nitroglicerina y sus derivados (nitratos, sea en comprimidos o en parches transcutáneos), relajan los vasos arteriales y venosos, incluidos los coronarios, con lo que aumenta el flujo de sangre en la zona afectada y desaparece el dolor de la angina. También existe su presentación en comprimidos “de rescate”. El paciente con cardiopatía isquémica debe llevar 1 o 2 comprimidos en el bolsillo. Si en algún momento aparece dolor en el pecho, debe cesar la actividad física, sentarse y poner un comprimido debajo de la lengua. Si el dolor cede en 10 minutos, puede seguir su actividad y comentarlo con el médico habitual en la siguiente visita. Por el contrario, si el dolor no cede, debe administrarse un segundo comprimido. Si, aún así, el dolor persiste, se debe llamar al servicio de emergencias médicas.
Los betabloqueantes (bisoprolol, carvedilol, nevibolol, metoprolol, atenolol, etc.) disminuyen la presión arterial y la frecuencia del corazón, con lo que el este necesita menos oxígeno para funcionar. También pueden reducir el riesgo de arritmias.
Otros antianginosos son los inhibidores del calcio, que relajan la musculatura de las arterias coronarias y atenúan el efecto de las obstrucciones y de los espasmos; la ivabradina reduce la frecuencia cardíaca, por lo que el corazón consume menos oxígeno y la ranolazina tiene efecto sobre los vasos principales y los secundarios, por lo que disminuye el riesgo de angina. Este último es especialmente eficaz en los pacientes diabéticos. Este tratamiento vasodilatador está especialmente indicado en caso de enfermedad microvascular, sin obstrucción coronaria, más común en mujeres.
Modificación del estilo de vida
La modificación del estilo de vida es la pieza fundamental para evitar o prevenir la cardiopatía isquémica. De este modo podemos mejorar aquellos aspectos modificables en la salud de las personas.
Dejar de fumar. El tabaco es el factor de riesgo cardiovascular más importante, ya que la incidencia de la patología coronaria en los fumadores es tres veces mayor que en el resto de la población.
La abstinencia del tabaco se asocia con una reducción del riesgo de reinfarto y de muerte. Hay muchas estrategias para dejar de fumar y los programas de deshabituación tabáquica son muy eficaces ya que combinan estrategias conductuales, farmacoterapia y asesoramiento por un profesional sanitario, pero requiere de motivación individual.
Se recomienda:
- Evitar situaciones que le recuerden al tabaco.
- Repasar los motivos por los que ha dejado de fumar.
- Hacer actividades que le gusten y le distraigan.
Si deja de fumar:
- Mejorará su presión arterial y su frecuencia cardíaca.
- Mejorará su olfato y el aspecto de su piel.
- Podrá respirar mejor.
- Reducirá la posibilidad de un nuevo problema cardiovascular.
- Aumentará su capacidad para realizar todo tipo de actividades.
- Ahorrará dinero.
Alimentación equilibrada. La dieta mediterránea y hábitos alimenticios saludables pueden ayudar a reducir el riesgo cardiovascular en todos los individuos, incluidas las personas con enfermedad cardiovascular.
Para seguir una dieta cardiosaludable, los profesionales en nutrición y dietética aconsejan el uso del aceite de oliva y seguir el método del plato. La mitad de este debería contener verduras, hortalizas y/o fruta; un cuarto del plato correspondería a las proteínas (pescado azul o blanco, huevos, carne preferiblemente de pollo, pavo o conejo, frutos secos al natural o tostados) y finalmente el otro cuarto sería para los carbohidratos (patata, legumbres, pasta, arroz, pan, ... todo preferiblemente integral ya que son un aporte de fibra).
Ejercicio regular. Según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los adultos con patologías crónicas deben limitar el tiempo en estado sedentario y sustituirlo por actividad física de cualquier intensidad.
Las recomendaciones generales sobre la actividad física incluyen una combinación regular de ejercicio aeróbico y de resistencia a lo largo de la semana. Se recomienda hacer un ejercicio físico de forma continuada. El ejercicio físico mejora el tono muscular y la fuerza del corazón. El realizar ejercicio físico reduce la probabilidad de que las arterias del corazón se obstruyan de nuevo.
Ayuda a controlar otros factores de riesgo como la obesidad, la hipertensión o la diabetes. Se aconseja escoger una actividad que agrade: caminar, nadar, montar en bicicleta… y realizarla de forma enérgica durante 30 minutos 5 días a la semana.
Relajarse y reducir estrés. Las situaciones de angustia, a menudo relacionadas con el trabajo o problemas familiares, tienen un efecto negativo sobre la salud. Además, haber sufrido un infarto puede también generar mucha ansiedad y depresión. Recordemos que en el caso de las mujeres, el estrés y un bajo estado de ánimo tienen una influencia negativa en el pronóstico y la calidad de vida en general. Es importante aprender a relajarse y dedicar un tiempo diario al autocuidado. Si resulta difícil, es mejor pedir ayuda a un profesional.
Controlar los factores de riesgo. Un buen control de las enfermedades relacionadas con la aterosclerosis (obesidad, diabetes, hipertensión o hipercolesterolemia) ayudan a mejorar la evolución, es decir poder controlar todos aquellos factores de riesgo cardiovascular modificables.
Moderar el consumo de alcohol. Se recomienda tomar como máximo dos copas de vino al día, en el caso de los hombres, y una copa, en el caso de las mujeres. El consumo de bebidas destiladas puede tener repercusiones negativas sobre su salud cardiovascular.
Los programas de rehabilitación cardiaca tras haber presentado un evento cardiovascular agudo han demostrado ser muy útiles para mejorar el control de los factores de riesgo y aplicar los cambios de estilo de vida, siendo recomendables en la amplia mayoría de los casos. La participación de las mujeres en programas de rehabilitación cardiaca es menor en comparación con los hombres. Esto puede ser debido a la influencia de los roles de género (responsabilidades familiares y de cuidado hacia los otros) que provocan limitaciones de tiempo para el autocuidado y repercuten directamente en la salud de la mujer. Para evitar este sesgo, es fundamental asesorar a los pacientes sobre la importancia y los beneficios de participar en programas de rehabilitación cardíaca.
Información documentada por:


Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 9 de junio del 2025
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