28 de noviembre del 2024
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Factores de riesgo de la Cardiopatía Isquémica
Los factores de riesgo cardiovascular están relacionados con las características personales, estilos de vida o problemas de salud de cada persona que pueden dañar las arterias y causar arteriosclerosis. Algunos de estos factores no se pueden modificar, como la edad o el sexo, pero hay que prestar una atención especial a la prevención y control del resto que si pueden ser modificables.
Los factores de riesgo para la cardiopatía isquémica, en concreto, y la enfermedad vascular, en general, son:
Edad. El riesgo de sufrir un infarto aumenta con la edad y de forma significativa en los hombres mayores de 45 años y mujeres mayores de 55 años. Esta diferencia de edad de riesgo entre hombres y mujeres se debe a la influencia que tienen las hormonas femeninas (estrógenos) sobre los vasos sanguíneos.
Factores genéticos. La historia familiar de angina de pecho o infarto puede sugerir un componente genético. Se debe tener en cuenta si el infarto ha sucedido en hombres menores de 55 años o mujeres menores de 65 años. Si el familiar ha tenido un infarto con más años, es posible que sea más debido a la edad que a un componente genético. Aunque también se valoran parámetros o indicadores de enfermedades familiares.
Fumar. El tabaco es la principal causa evitable de enfermedad, de discapacidad y de mortalidad en todo el mundo. El consumo de tabaco está asociado con las enfermedades del corazón, de los pulmones y con diversos tipos de cáncer. En la mujer, fumar aumenta un 25% el riesgo de eventos cardiovasculares mayores (infarto, ictus, muerte) y actualmente en nuestra sociedad existe una tendencia creciente del hábito tabáquico entre mujeres jóvenes. La abstinencia del tabaco se asocia con una reducción del riesgo de reinfarto y de muerte, motivo por el cual la inclusión en programas de deshabituación tabáquica pueden ayudarlo/a a dejar de fumar.
Hipertensión. Es la elevación de los niveles de presión arterial de forma continua o sostenida. La tensión arterial alta causa daños en la pared de las arterias, y puede acelerar el proceso de la aterosclerosis. Existe mayor prevalencia de hipertensión en mujeres mayores de 60 años que en hombres, y se sabe que en la mujer la tensión arterial está menos controlada, siendo un factor de riesgo importante de accidente cerebrovascular. Se debe intentar mantener unas cifras de tensión arterial inferiores a 140/90 mmHg y para ello se recomienda evitar el exceso de sodio en la dieta, hacer ejercicio de manera regular y seguir adecuadamente el tratamiento para reducir la tensión arterial.
Hipercolesterolemia. Se deben controlar los niveles de grasas que hay en la sangre mediante una analítica. La elevación del colesterol de tipo LDL (colesterol “malo”) o de los triglicéridos, se han relacionado con mayor riesgo de enfermedad coronaria. En cambio, la elevación del colesterol HDL (colesterol “bueno”), protege frente a un infarto. Una alimentación sana y el ejercicio regular son buenas formas de aumentar el colesterol “bueno”. El objetivo actual para pacientes que han sufrido un evento cardiovascular es reducir el LDL a < 55 mg/dl y alcanzar una reducción ≥ 50% de los niveles basales.
Diabetes. El aumento de los niveles de azúcar (glucosa) en sangre se ha relacionado con mayor riesgo de infarto. Es importante tener un buen control del azúcar en sangre, mediante un tratamiento con pastillas o con insulina.
Los pacientes con un evento cardiológico y diabetes mellitus (DM) pueden presentar más frecuentemente síntomas inespecíficos que pueden llevar al retraso en ell diagnóstico y el acceso al tratamiento. Aunque la prevalencia de diabetes es similar en ambos sexos, existen evidencias de un mayor riesgo de cardiopatía isquémica entre las mujeres diabéticas (40-50% más riesgo) comparado con el de los hombres.
Perder peso, seguir una alimentación adecuada y hacer ejercicio de manera regular pueden ayudar mucho a controlar los niveles de azúcar.
Sedentarismo. El sedentarismo se relaciona con mayor obesidad, hipertensión arterial y peor control de la diabetes y del colesterol. La actividad física regular aporta muchos beneficios sobre el control de estos factores de riesgo. Se recomienda practicar actividad física progresiva de 30-60 minutos dos veces a la semana, como mínimo.
Factores Hormonales. A lo largo de la vida de la mujer, el equilibrio hormonal juega un papel muy importante sobre el riesgo de padecer enfermedad coronaria. Durante la edad fértil, problemas ginecológicos como el síndrome de ovario poliquístico o la insuficiencia ovárica conllevan un déficit de estrógenos. Aproximadamente un 10% de la población femenina tiene síndrome de ovario poliquístico. Estos desequilibrios conllevan mayor riesgo de síndrome metabólico y de enfermedad cardiovascular. Otros trastornos como la endometriosis, al contrario, comporta niveles de estrógenos más elevados que, en exceso, también aumentan el riesgo. Aunque la menopausia no se puede considerar como un factor de riesgo como tal, es bien cierto que marca una transición biológica en la mujer, produciendo mayor riesgo de enfermedad cardiovascular por la pérdida del efecto protector de los estrógenos.
Obesidad. El sobrepeso es cada vez más frecuente en nuestra sociedad y empeora los otros factores de riesgo. Pequeñas pérdidas de peso pueden ser muy beneficiosas para la salud cardiovascular. En función de la localización del exceso de grasa, existen dos tipos de obesidad; la llamada periférica (el exceso de grasa está situado en glúteos, muslos y brazos), y la central (el exceso de grasa se concentra en el abdomen). El exceso de grasa abdominal puede multiplicar por dos el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular. La obesidad central, es más común entre las mujeres que entre los hombres y afecta particularmente a las mujeres después de la menopausia.
Síndrome metabólico. Es un conjunto de factores de riesgo interrelacionados (obesidad central, presión arterial elevada e hipercolesterolemia) que producen un estado inflamatorio y trombótico, así como mayor resistencia a la insulina (pudiendo evolucionar a diabetes), aumentando la morbimortalidad cardiovascular. La prevalencia de síndrome metabólico entre las mujeres de mediana edad es del 20-30% aunque existe un marcado aumento tras la menopausia.
Drogas y otras sustancias tóxicas. La cocaína o las anfetaminas, por ejemplo, pueden alterar el funcionamiento de las arterias y provocar un espasmo. La arteria se contrae y no deja pasar la sangre. El consumo de cocaína es una causa relativamente frecuente de infarto, sobre todo, en población más joven.
Estrés o depresión. El estrés ya sea de forma aguda o sostenida en el tiempo, pone en marcha mecanismos hormonales e inflamatorios que a largo plazo pueden causar una lesión sobre las arterias. Un evento estresante intenso puede desencadenar un infarto, más frecuentemente en mujeres (90% de los casos), incluso en ausencia de aterosclerosis coronaria. Se conoce como síndrome de Tako-Tsubo.
Junto con el estrés, la depresión es un factor de riesgo cada vez más prevalente y reconocido para desarrollar enfermedad cardiovascular. Además, la evidencia reporta que las mujeres tienen mayor prevalencia de depresión y estrés, así como menor apoyo familiar y emocional que los hombres tras un infarto. Así mismo, la depresión y el estrés conllevan una peor calidad de vida, en especial para las mujeres.
Otras enfermedades o factores de riesgo no tradicionales. Los trastornos hipertensivos durante el embarazo o la diabetes gestacional se relacionan con un aumento del riesgo cardiovascular futuro.
La presencia de enfermedad inflamatoria crónica y autoinmune (artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico) que son más prevalentes en mujeres, se asocian con disfunción endotelial, aterosclerosis acelerada y pueden incrementar el riesgo de sufrir un infarto a lo largo de los años. Algunos tratamientos oncológicos pueden llegar a ser cardiotóxicos, de aquí la importancia de una evaluación del riesgo cardiovascular antes, durante y después del tratamiento.
Factores ambientales. La contaminación del aire aumenta el riesgo de enfermedad coronaria, insuficiencia cardiaca, arritmias, enfermedad cerebrovascular y tromboembolismo pulmonar. Son necesarias medidas legislativas y estrategias medioambientales para reducir los efectos del cambio climático en la salud, así como promover espacios verdes.
Relación entre drogas e infarto en jóvenes
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Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 9 de junio del 2025
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