Tratamiento de la Epilepsia

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Una vez confirmado el diagnóstico de epilepsia, se debe iniciar un tratamiento con un fármaco antiepiléptico (FAE). Hay más de veinte fármacos distintos para tratar las crisis epilépticas. La elección se realiza en base a la eficacia, la seguridad, las características del fármaco y el tipo de epilepsia. Las circunstancias personales del paciente (edad, trabajo, otras enfermedades, etc.) son también muy importantes a la hora de elegir un medicamento.

Tratamiento no farmacológico y estilo de vida

Existen determinadas pautas y estilos de vida que un paciente debe seguir para ayudar a controlar sus crisis:

Calendario con pautas de medicación

Tomar la medicación según las indicaciones del neurólogo y ser cuidadoso para no olvidarse ninguna dosis de medicación. 

Persona durmiendo en una cama

Dormir lo suficiente y mantener un horario regular de sueño.

Dos jarras de cerveza tachadas indicando que se prohíbe el alcohol

Evitar el consumo de alcohol.

Cannabis, pastillas y jeringuilla tachados

No consumir drogas.

Mujer sentada en posición de Yoga

Reducir el nivel de estrés.

Manzana con un "tic"

Llevar una alimentación variada y sana y realizar ejercicio físico adecuado.

Autocar, autobús

Seguir las pautas respecto a actividades como conducción. En caso de epilepsia activa, está restrigida, ya que puede suponer un riesgo para el paciente y para otras personas.

Termómetro con una señal de peligro que indica fiebre

La fiebre o determinados medicamentos pueden provocar una crisis epiléptica. Antes de tomar otras medicinas conviene comprobar que pueden utilizarse en pacientes con epilepsia y que no afectan a los antiepilépticos que toma el paciente.

Migraña con aura

Algunos pacientes notan una sensación antes de perder el conocimiento en una crisis. Esta sensación se llama aura. El paciente llega a reconocer sus auras y debe tomar precauciones para evitar lesiones (por ejemplo sentarse).

Tratamiento farmacológico

Para mejorar el control de las crisis resulta esencial diagnosticar correctamente el tipo de crisis (de inicio focal o generalizado) y seleccionar los tratamientos más indicados para cada caso. La elección dependerá no sólo del tipo de epilepsia, sino de los tipos de crisis que presente, las características del paciente y la causa de su epilepsia. 

Pastillas correctas, con un Tic

Con los fármacos antiepilépticos puede obtenerse una remisión a largo plazo en el 60-70% de los pacientes, pero algunos necesitan un tratamiento combinado.

Es probable que el médico recete un antiepiléptico a una dosis relativamente baja y la aumente de manera gradual hasta que las crisis estén bien controladas.

En caso de no conseguir el control de las crisis con los fármacos antiepilépticos (normalent después de provar almenos dos fármacos), la epilepsia puede ser considerada farmacorresistente y el paciente debe ser referido a una Unidad especializada para valorar si puede ser candidato a otros tratamientos como la cirugía o neuroestimulación. En el caso de que estos no sean aplicables, hay que probar otros fármacos, ya que un porcentaje de pacientes puede beneficiarse de ellos.

Transcurridos entre dos y cinco años sin crisis, se puede intentar una retirada controlada de la medicación siempre que no se considere que el riesgo de recurrencia es elevado y se tomen las precauciones oportunas.

En los últimos años se han desarrollado nuevas terapias farmacológicas específicas para algunos síndromes de epilepsia y algunos fármacos con eficacia elevada. Si las crisis epilépticas no tienen un buen control, se aconseja la valoración por parte de un experto para considerar alternativas terapéuticas. 

Tratamiento quirúrgico

La cirugía de la epilepsia se define como una intervención neuroquirúrgica que tiene como objetivo aliviar una epilepsia resistente a fármacos.

Aparato de Resonancia Magnética Nuclear o RMN

Para saber si un paciente con epilepsia resistente es candidato a cirugía, debe realizarse una evaluación prequirúrgica compleja que requiere monitorización con videoelectroencefalograma, resonancia magnética (RM) cerebral, evaluación neurológica, psiquiátrica y neuropsicológica. En determinados casos se realizan pruebas de neuroimagen funcional (PET, SPECT, etc.), resonancia funcional del lenjuaje, o estudio con electrodos invasivos. Se trata de localizar la posición del foco epiléptico en el cerebro y valorar si las ventajas de la intervención superan a los posibles inconvenientes.

Persona con un casco y una jeringuilla

Por un lado, existen procedimientos curativos, generalmente asociados a la extirpación de la zona cerebral donde se inician las crisis. También hay procedimientos paliativos, como la estimulación del nervio vago, que pueden disminuir el número de crisis, pero en general no las suprimen del todo, como la estimulación del nervio vago. Los beneficios esperados y las posibles secuelas se deben de individualizar y dependerán del tipo de cirugía y de las características del paciente y de la epilepsia. En los últimos años han aparecido nuevas técnicas quirúrgicas como la cirugía con láser guiada con RM cerebral o la termocoagulación guiada con SEEG. La radiocirugía puede ser utilizada para tratar lesiones con localizaciones de difícil acceso mediante cirugía convencional, por ejemplo los hamartomas hipotalámicos. 

En los últimos años se han desarrollado técnicas quirúrgicas que nos permiten abordar las características profundas del cerebro con menor invasión al cerebro (como la termocoagulación guiada por láser LITT) o acceder a ciertas regiones evitando seccionar el cráneo (cirugía transorbitaria).

Nuevas terapias

Medicamento en píldora

Desde el punto de vista farmacológico, se han aprobado medicamentos que están demostrando una efectividad superior en el control de crisis en aquellos pacientes con farmacoasistencia (como el cenobamato). Asimismo se han aprobado fármacos específicos para síndromes epilépticos graves, como el cannabidiol o la fenfluoramina, indicados para los síndromes de Dravet y de Lenneox-Gastaut.  

Cerebro con electrodos y toma de temperatura

Termocoagulación con electrodos invasivos. Se realiza durante los procedimientos diagnósticos de EEG intracraneal, nos permite tratar las áreas que generan las crisis epilépticas, consiguiendo una mejoría del control de las mismas. En algunos casos consigue evitar la necesidad de una cirugía más extensa.  

Persona con un casco y una jeringuilla

Termo-ablación con el empleo de láser guiado estereotácticamente mediante RM cerebral. Permite acceder a lesiones profundas del cerebro (por ejemplo hamartomas hipotalámicos) o la ablación de pequeñas lesiones sin necesidad de craneal. El abordaje transorbitario permite la resección de lesiones en el lóbulo temporal evitando la realización de una craneal y disminuyendo, por tanto, complicaciones quirúrgicas y la duración de estancia hospitalaria.  

Persona con un aparato estimulador en el pecho

Técnicas de neuromodulación mediante electrodos profundos (DBS-Deep Brain Stimulation). Están consiguiendo resultados esperanzadores en el control de algunos tipos de epilepsia. 

Complicaciones del tratamiento

Existen diversas complicaciones, dependiendo del tipo de tratamiento de la epilepsia.

Una pastilla con una señal de alerta

En el caso de los fármacos, se distinguen dos tipos de efectos adversos:

  • Efectos adversos relacionados con el sistema nervioso central. Son los más comunes y varian en función de la dosis: mareos, náuseas, inestabilidad, visión doble, cefalea, cambios del humor o de la conducta y alteraciones cognitivas.
  • Efectos adversos idiosincrásicos o impredecibles, por ejemplo alteraciones en las células sanguíneas, hepatitis y alergias.
  • Malformaciones fetales y retraso del desarrollo. Los fármacos ingeridos por la madre durante el embarazo pueden producir malformaciones fetales y retraso del desarrollo, por lo que la gestación debe ser adecuadamente planificada eligiendo los medicamentos más seguros para la madre y el bebé.

Paciente con una infección debida a una neurocirugía

En cuanto a la cirugía de la epilepsia, existen algunas complicaciones derivadas del procedimiento quirúrgico como, por ejemplo, las infecciones de la herida a o del sistema nervioso central (meningitis, encefalitis), hemorragia, ictus o fístula de líquido cefalorraquídeo. 

Otras complicaciones dependerán del tipo de cirugía realizada y de la localización de la zona operada. Estos riesgos se deben discutir en profundidad con el paciente y su familia.

Información documentada por:

Mar Carreño Martínez

Publicado: 22 de mayo del 2018
Actualizado: 10 de julio del 2025

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