Me llamo Andrea Combalia, soy dermatóloga y llevo viniendo al Clínic más de media vida. Estudié medicina aquí, entre los años 2007 y 2013, y desde los 18 años cruzo a diario la puerta principal del hospital. Después del MIR, empecé la residencia en el servicio de Dermatología en el año 2014, y una vez finalizada, accedí a una beca que combinaba asistencia e investigación durante tres años. Actualmente soy médica adjunta en el mismo servicio, donde continúo desarrollando mi carrera profesional.
Dentro de Dermatología, coordino las consultas monográficas de Linfoma Cutáneo y Tricología. En Linfoma Cutáneo, atendemos a pacientes con tumores cutáneos complejos, muchos de los cuales se valoran conjuntamente con Hematología. Se trata de casos que requieren una visión multidisciplinar, y por eso trabajamos estrechamente con equipos de Anatomía Patológica, Hematopatología y Oncología Radioterápica. En Tricología, me centro sobre todo en la atención de pacientes con alopecias autoinmunes, especialmente la alopecia areata en sus formas moderadas y graves, que hoy en día podemos abordar con terapias dirigidas gracias a los avances en el conocimiento de las enfermedades inmunomediadas.
Lo que me hizo decantarme por el Clínic fue la calidad excepcional de los profesionales y los medios de los que dispone el hospital para ofrecer una atención de primer nivel. Lo tuve claro desde el principio, y nunca me he arrepentido de esta elección.
Trabajar en el Clínic me aporta la oportunidad de aprender continuamente, de introducir nuevos tratamientos para mejorar la vida de los pacientes y de formar parte de un equipo con una gran capacidad humana y técnica. El trabajo colaborativo es un valor esencial que forma parte del día a día aquí, y una de las cosas que más valoro.
Antes he dicho que entro al Clínic desde los 18 años, pero la verdad es que mi relación con el hospital empieza incluso antes. Mi padre también trabaja en el Clínic como traumatólogo. De pequeña, recuerdo perfectamente cómo mi madre y yo veníamos a verle durante sus guardias, especialmente los fines de semana. Vivíamos muy cerca, y el hospital siempre ha sido parte de mi entorno cotidiano. Conozco los pasillos como si fueran mi casa, y hoy me hace ilusión encontrarme con mi padre los miércoles por la mañana, cuando coincidimos en el vestíbulo de consultas externas, cada uno con su agenda y sus pacientes.