22 de febrero del 2021
- Introducción
- Equipo y estructura
Tratamiento del Ictus
En función del tipo de ictus existen diferentes formas de abordar el tratamiento:
En el tratamiento de un ictus isquémico se distinguen dos fases diferenciadas:
- En un primer momento el objetivo fundamental es restablecer el flujo sanguíneo cuanto antes para conseguir que la lesión cerebral tenga el mínimo impacto posible (de forma coloquial se dice que en la fase aguda lo prioritario es «apagar el fuego») .
- En la segunda etapa el objetivo es evitar que el paciente vuelva a tener un ictus, con lo que se administra un tratamiento preventivo ajustado a la causa del ictus.
Durante las primeras horas del ictus el tiempo es crucial ya que, de media, cada minuto que pasa mueren dos millones de neuronas. Por eso, los tratamientos que permiten recuperar el flujo sanguíneo se deben utilizar hasta 24 horas después del ictus. Estos tratamientos son:
- Trombolisis endovenosa. Consiste en administrar a través de la vena una medicación que disuelve el trombo.
- Trombectomía mecánica. Este tratamiento se utiliza cuando un trombo ha obstruido una de las arterias más grandes que lleva el flujo sanguíneo al cerebro. Consiste en introducir catéteres por la arteria de la ingle para llegar a la arteria cerebral ocluida y destaparla.
Hasta ahora el único tratamiento eficaz en la fase aguda del ictus es la administración de un fármaco trombolítico que puede deshacer el trombo y salvar parte del tejido cerebral en riesgo de morir. Este tratamiento debe administrarse en las primeras 4,5 horas del ictus y en personas que no tienen contraindicaciones para recibirlo (sobre todo situaciones que aumenten el riesgo de hemorragia, ya que esta es la principal complicación del tratamiento trombolítico).
Recientemente, se han publicado cinco grandes estudios a nivel mundial, uno de los cuales se ha realizado en Cataluña, REVASCAT. Este documento demuestra la eficacia de la trombectomía mecánica en pacientes con ictus graves provocados por la oclusión de una de las principales arterias del cerebro. Este tratamiento consiste en la introducción de un catéter en la arteria inguinal, a través del cual se avanza un stent hasta la arteria obstruida con el objetivo de atrapar, entre las mallas del stent, el trombo y extraerlo después de la circulación.
Este procedimiento se ha de realizar en hospitales experimentados en el tratamiento de ictus graves, y de la forma más rápida posible, ya que, aunque hay pacientes que se pueden beneficiar hasta 24 horas después del ictus, la eficacia del tratamiento disminuye de forma drástica con el retraso al mismo.
Una vez el paciente está ingresado, y mientras se realizan las pruebas necesarias para conocer el origen del ictus, el tratamiento general incluye distintas estrategias: prevención de un nuevo ictus en los días posteriores; control de la presión arterial y de los niveles de glucosa; mantener una oxigenación adecuada de la sangre; aporte de fluidos y alimentación y prevención y tratamiento de las complicaciones asociadas al ictus.
Para la prevención de nuevos ictus se utilizan fármacos antiagregantes que limitan la actividad de las plaquetas –las células sanguíneas que inician el proceso de la coagulación– o fármacos anticoagulantes, que interrumpen alguno de los pasos posteriores del sistema de coagulación.
La presión arterial se controla con fármacos administrados por vía intravenosa o por vía oral, según la presión del paciente en cada momento. Los valores de presión óptimos varían en función de la extensión del ictus y de si la arteria que lo ha ocasionado está abierta o continúa ocluida.
Un nivel alto de glucosa en sangre se asocia con una peor recuperación después del ictus. Por ello, se intenta mantener en valores normales y se evita la bajada de glucosa, que también es perjudicial. Para conseguirlo, durante el periodo de hospitalización, en ocasiones es necesario utilizar fármacos como la insulina incluso en personas que no la necesitaban antes del ictus.
En cuanto a las complicaciones asociadas al ictus, las más frecuentes son las infecciones, ya sean respiratorias o urinarias. Cuando se diagnostica esta complicación es importante tratarla de forma rápida con los antibióticos adecuados.
En los ictus hemorrágicos si el sangrado está cerca de la superficie del cerebro se puede realizar una intervención quirúrgica para evacuar la sangre o tratar la lesión que haya sangrado, como es el caso de malformaciones vasculares. También es posible que el paciente necesite una angiografía para reparar el vaso sanguíneo dañado. Por ejemplo, en caso de que la hemorragia sea secundaria a un aneurisma, este se puede tapar mediante la colocación de unos alambres (coils) o mediante la colocación de unas pinzas (clips) mediante cirugía. Estas intervenciones dejan la pared del vaso lesionado fuera de la circulación, con lo que se evita que pueda volver a sangrar.
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Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 8 de agosto del 2018
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