8 de julio del 2024
Vivir después de un Ictus
El ictus es una enfermedad que puede tener un impacto significativo en la vida de quienes lo sufren. Sus consecuencias varían ampliamente de una persona a otra, dependiente de múltiples factores. Se estima que, tras un ictus:
- Un tercio de los pacientes logra una recuparación satisfactoria, con una reincorporación a sus actividades otidianas con mínima on ninguna discapacidad.
- Otro tercio queda con secuelas graves, que pueden afectar la movilidad, el habla, la cognición y la autonomia en la vida diaria.
- El último tercio de los ictus pueden ser fatales, con una mortalidad que ocurre en parte durante la hospitalización y en los meses posteriores debido a complicaciones médicas.
La recuperación después de un ictus está determinada por varios factores, siendo los más importantes la gravedad inicial del ictus, el área cerebral afectada, la edad y la respuesta al tratamiento y rehabilitación.
- Gravedad del ictus y extensión del daño cerebral. La magnitud de las secuelas está directamente relacionada con el tamañao de la arteria obstruida y la extensión del tejido cerebral lesionado.Un ictus que afecta a grandes arterias tiende a provocar déficits más graves, mientras que un ictus en arteria más pequeñas puede generar síntomas más leves.
- Edad y estado de salud previo. Las personas mayores sulen tener una menor capacidad de recuperación debido a la reducción de la plasticidad cerebral y la presencia de otras enfermedades crónicas, como l ahipertensión, diabetes o enfermedades cardíacas. Sin embargo, la edad biológica es más determinante que la cronológica. Es decir, una persona mayor con buena salud general y sin factores de riesgo significativos puede tener una recuperación más favorable que alguien más joven con múltiples problemas médicos.
- Rehabilitación y apoyo posterior. La rehabilitación temprana es fundamental para mejorar la movilidad, el lenguaje, la memoria y la independencia en las actividades diaris. La fisioterapia, la terapia ocupacional y el apoyo psicológico pueden marcar una gran diferencia en la calidad de vida tras un ictus. El entorno familiar y social también juega un papel importante, ya que el apoyo emocional y la estimulación pueden acelerar la recuperación.
Las personas que han tenido un ictus pueden padecer algunas complicaciones y secuelas:
Pérdida de fuerza, falta de coordinación o pérdida del control de movimiento. Es una discapacidad secundaria que tiende a mejorar, aunque es posible que, a pesar de la rehabilitación, la recuperación no sea completa.
Propensión a caerse. Se aconseja ejercitar y fortalecer la musculatura y entrenar el equilibrio.También es importante identificar y modificar aquellos aspectos del hogar que puedan suponer un mayor riesgo de caídas: retirar alfombras, utilizar sillas en la bañera o en la ducha, usar asideros y utilizar zapatos con suela antideslizante.
Trastornos visuales. A veces, se produce una pérdida de visión de la mitad del campo visual, denominada hemianopsia. Con un poco de entrenamiento se compensa girando la cabeza para mirar hacia el lado dañado.
Trastorno en el lenguaje. El logopeda se encargará de valorar y rehabilitar, en los casos en que sea posible, las alteraciones del lenguaje que se producen tras un ictus.
Espasticidad. Consiste en una contracción permanente de ciertos músculos. Esto puede ocasionar rigidez, dolor, contracturas y dificultar algunos movimientos.
Trastorno de la sensibilidad. Se manifiesta como hormigueo, sensaciones desagradables o falta de sensibilidad al tacto.
Dolor superficial. Provoca una sensación de quemazón o pinchazo que empeora con el tacto, el agua o los movimientos y que se conoce como dolor central. Algunos antidepresivos y anticonvulsivantes son eficaces para controlar este tipo de dolor. Las personas que han sufrido un ictus también pueden tener dolor de hombro del brazo paralizado. Durante los episodios de dolor puede utilizarse algún analgésico simple, pero si el dolor persiste se debe consultar con el especialista.
Disfagia o dificultad para tragar. Es una de las complicaciones más comunes después de un ictus, por lo que siempre se realiza un cribado durante la hospitalización. Para asistir al paciente con disfagia, se pueden modificar la dieta, ajustar la textura de los alimentos o emplear técnicas de alimentación seguras si es necesario. La educación sanitaria al alta es fundamental para prevenir complicaciones en estos pacientes.Es importante que, tras el alta, un logopeda realice la rehabilitación y reevaluación de la disfagia del pacient
Incontinencia urinaria. Suele ser una afectación transitoria, aunque puede perdurar en pacientes con secuelas importantes. Si en el momento del alta aún persisten los problemas, es importante consultar con los profesionales sanitarios acerca del tratamiento y manejo de la incontinencia.
Alteraciones del estado de ánimo durante la convalecencia, la rehabilitación e incluso una vez superado. Depresión, apatía, irritabilidad o labilidad emocional (pasar del llanto a la risa sin motivo, llorar o reírse sin causa aparente) son secuelas del ictus. En cualquier caso, si se piensa que la persona presenta alguna alteración del estado de ánimo se debe consultar con los profesionales sanitarios.
Deterioro cognitivo (disminución de la memoria, atención, orientación, dificultad en la planificación y organización en las tareas). Aunque este deterioro puede mejorar con el tiempo, en los casos en los que afecte a la recuperación, es probable que se necesite consultar con un especialista.
La recuperación tras un ictus puede ser un proceso complejo y variable, dependiendo de la gravedad del daño cerebral, la edad del paciente y su estado de salud previo. En muchas ocasiones es posible que no se logre una recuperación completa del paciente, sobre todo en ictus graves. Sin embargo, el objetivo de la rehabilitación es ayudar al paciente a adaptarse a su nueva situación para recuperar la autoestima, mejorar su autonomía y su calidad de vida, ayudándole a adaptarse a su nueva realidad y maximizando su funcionalidad. La rehabilitación tras un ictus requiere de un enfoque multidisciplinar involucrando diferentes profesionales sanitarios como médicos, fisioterapeutas, logopedas, terapeutas ocupaciones y enfermeras.
Habitualmente, la rehabilitación suele iniciarse de forma precoz durante el ingreso hospitalario, una descartada la necesidad de permanecer en reposo. Una rehabilitación eficaz suele basarse en una terapia repetitiva, intensiva y orientada a objetivos concretos de cada paciente. En las lesiones moderadas o graves, la mayor parte de la recuperación se experimenta en los tres primeros meses tras el ictus. La recuperación prosigue de manera más lenta hasta al menos los seis meses, y algunos pacientes continúan con una recuperación leve hasta el año.
En la mayoría de los casos, el ictus se puede prevenir con hábitos de vida saludables y un adecuado control de los factores de riesgo. Se estima que aproximadamente el 80% de los ictus podrían evitarse con cambios en el estilo de vida, mientras que el 20% restante depende del uso adecuado de fármacos indicados para el control de enfermedades predisponentes, como la hipertensión arterial, la diabetes o la fibrilación auricular.
Alimentación saludable. Llevar una dieta saludable es fundamental para la prevención tanto primaria como secundaria del ictus. Se ha demostrado que seguir una dieta mediterránea disminuye el riesgo de padecerlo. Esta dieta se caracteriza por ser rica en frutas y verduras, aceite de oliva virgen, cereales integrales, legumbres, frutos secos y grasas insaturadas. Es importante evitar el consumo de sal, carnes procesadas y bebidas azucaradas.
Evitar la obesidadobesidad y realizar ejercicio físico. Realizar ejercicio físico es crucial tanto para prevenir el ictus como para recuperarnos de un ictus. El ejercicio mejora la capacidad funcional, la calidad de vida y reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares (reduce la tensión arterial y los niveles de azúcar en sangre). En la medida de lo posible, se recomienda realizar ejercicio físico aeróbico de intensidad baja a moderada (caminar, correr, ir en bicicleta, bailar, nadar) entre 3 y 5 días a la semana con sesiones de entre 20 y 40 minutos. Es importante también combinarlo con ejercicio de fuerza muscular unas 2 veces por semana.
Dejar de fumar. Abandonar el hábito de fumar después de un ictus representa múltiples beneficios para la salud, tanto a corto como a medio plazo, y reduce el riesgo de sufrir otro ictus o alguna otra enfermedad cardiovascular. Entre los beneficios a corto plazo; mejorará su sentido del gusto y del olfato, se fatigará menos al realizar actividades, y ahorrará dinero, entre muchos otros. El riesgo de ictus se reduce a la mitad después de un año de dejar de fumar y a los cinco años de abandono del tabaco, el riesgo se iguala al de los no fumadores. En los centros de atención primaria existen equipos de profesionales que pueden ayudar al paciente a dejar de fumar.
Es importante un seguimiento periódico de estas enfermedades por parte de su médico y su enfermera de atención primaria.
Bajo ningún concepto debe abandonar la medicación por su cuenta. En caso de tener algún efecto secundario que le afecte a su calidad de vida, consulte con su médico o enfermera de referencia.
En los últimos años se ha confirmado la gran importancia de la dieta en la salud vascular, en general, y en el ictus, en particular. La dieta mediterránea contiene las principales características de una alimentación saludable como es el consumo elevado de cereales, frutas, verduras, arroces y pastas, pescado y aceite de oliva y una cantidad limitada de carnes y productos lácteos ricos en grasa, azúcar y alcohol (de forma principal: vino tinto o cerveza).
Un estudio realizado por Prevención Dieta Mediterranea (PREDIMED) muestra que las personas que toman grandes cantidades de aceite de oliva o suplementos de frutos secos, tienen menos probabilidades de sufrir complicaciones vasculares, como infartos de miocardio o ictus, que aquellas personas que solo siguen una dieta sana. Esta investigación supone el máximo nivel de evidencia científica que se puede obtener, por lo que permite recomendar el consumo de aceite de oliva y frutos secos con el objetivo de prevenir enfermedades vasculares como el ictus.
Fármacos. El tratamiento preventivo con fármacos no siempre es el mismo y se debe ajustar a la causa de la enfermedad responsable del ictus. Existen dos grandes grupos de fármacos para reducir la tendencia a la trombosis:
- Antiagregantes plaquetarios. Son fármacos que inhiben la función de las plaquetas, que son células de la sangre implicadas en la formación de los trombos y las placas en las paredes de las arterias. El antiagregante plaquetario más utilizado es el ácido acetilsalicílico o Aspirina®.
- Anticoagulantes. Los anticoagulantes son otro grupo de fármacos que inhiben a unas sustancias llamadas factores de la coagulación. El anticoagulante más utilizado en España es el Sintrom®, que requiere unos controles periódicos para determinar el control de la coagulación y la dosis adecuada para cada paciente. En los últimos años se han comercializado tres fármacos anticoagulantes que tienen la misma función que Sintrom® y se administran en dosis fijas sin controles del efecto anticoagulante.
- Fármacos para controlar la hipertensión arterial, la diabetes y la hipercolesterolemia. A veces, es necesario tomar fármacos para que la presión arterial esté en valores normales (al menos por debajo de 14/9), así como los niveles de azúcar en sangre (glucemia) y de colesterol.
Al menos un 2% de la población española toma fármacos que bloquean la coagulación, los llamados anticoagulantes. La mayoría de estos medicamentos se utilizan para evitar un ictus de causa cardiaca, provocado principalmente por una fibrilación auricular (arritmia).
Una arritmia se produce cuando existe una alteración en el funcionamiento normal de las aurículas, una de las cavidades cardiacas, que puede ocasionar trombos. Estos se desplazan por las arterias con el peligro de poder llegar a tapar una de ellas y producir el ictus. Los pacientes a quienes se ha diagnosticado esta arritmia y que, sobre todo, han sufrido un ictus con anterioridad, se les pauta la administración de fármacos anticoagulantes para reducir de forma significante el riesgo de padecer otro.
Los fármacos más utilizados son el acenocumarol (Sintrom®) y la warfarina. Estos fármacos precisan de controles analíticos porque no todas las personas responden igual al tratamiento y no se puede recomendar una dosis fija y única del fármaco. En los últimos años se han introducido nuevos fármacos (el dabigatrán, el rivaroxabán, el apixabán) que tienen un mecanismo de acción diferente y se administran en dosis fijas, por lo que no requieren controles de coagulación.
A pesar de que estos últimos fármacos muestran una eficacia similar a los anticoagulantes clásicos y una seguridad, en cuanto al riesgo de hemorragias, igual o superior, su alto coste recomienda su prescripción cuando existen contraindicaciones de los anteriores medicamentos.
Información documentada por:




Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 27 de diciembre del 2022
Mantente al día sobre este contenido
Suscríbete para recibir información sobre las últimas actualizaciones relacionadas con este contenido.
¡Gracias por tu suscripción!
Si es la primera vez que te suscribes recibirás un mail de confirmación, comprueba tu bandeja de entrada.
Noticias relacionadas con Ictus
10 de octubre del 2023
Publicados los resultados sobre la eficacia preclínica del ácido úrico en el ictus isquémico
4 de septiembre del 2023