8 de julio del 2024
Causas del ictus isquémico o infarto cerebral
Causas del ictus isquémico o infarto cerebral
Ictus aterotrombótico (por arteriosclerosis). La arteriosclerosis es una enfermedad cónica caracterizada por la inflamación y el depósito de colesterol (placas de ateroma) en las arterias, lo que provoca su estrechamiento y favorece la formación de trombos. En estos casos, el ictus puede producirse por:
- La oclusión progresiva de una arteria cerebral por una placa de ateroma.
- La formación de un trombo en una arteria de fuera del cerebro que posteriormente se desprende y migra hacia el cerebro.
- La afectación de pequeñas arterias cerebrales, lo que da lugar a pequeños infartos cerebrales (infartos lacunares).
Ictus cardioembólico. Los trastornos del ritmo cardiaco (arritmias, y en especial, la fibrilación auricular), la dilatación de las cavidades cardiacas o las alteraciones en las válvulas cardiacas, pueden ocasionar coágulos de sangre (trombos) en el interior del corazón. El trombo puede viajar a través de las arterias hasta el cerebro y una vez allí obstruir una de ellas y provocar un ictus. Se trata de ictus extensos debido a que los trombos cardiacos pueden ser de gran tamaño.
Ictus por otras causas poco frecuentes como una rotura de la pared de una arteria o disección arterial. Como consecuencia de esta rotura se produce un coágulo en el interior de la misma que puede interrumpir la circulación y provocar el ictus. La rotura puede ser espontánea, pero lo más habitual es que sea como consecuencia de un traumatismo.
Trombosis venosa cerebral. Aunque la mayoría de los ictus isquémicos se deben a la oclusión de una arteria, también puede formarse un trombo en las venas cerebrales. Problemas en el retorno de la sangre desde el cerebro pueden congestionar las venas y dificultar la irrigación de la zona. En ocasiones, también provoca la rotura del vaso sanguíneo y una hemorragia cerebral.
Ictus de causa indeterminada. En ocasiones, después de hacer un estudio completo, no se identifica de forma clara su causa. En estos casos se habla de ictus de causa indeterminada.
Ictus, colesterol y estatinas
Las cifras elevadas de colesterol (hipercolesterolemia) son uno de los factores favorecedores de la arteriosclerosis; una enfermedad crónica de las arterias que da lugar a trombosis en diferentes arterias, entre ellas las que aportan sangre al cerebro.
Algunos ictus se relacionan de forma clara con la trombosis de la pared de una arteria afectada por una placa de arteriosclerosis y, en estos casos, es especialmente importante controlar los diferentes factores favorecedores de la arteriosclerosis, entre ellos el colesterol.
En aquellos ictus relacionados con arteriosclerosis, también se suele recomendar la toma de unos fármacos conocidos como estatinas que han demostrado reducir el riesgo de padecer un nuevo ictus. Estos fármacos no solo ayudan a controlar los niveles de colesterol, sino que, además, tienen efectos antiinflamatorios y neuroprotectores.
En cualquier caso, no hay que olvidar que los hábitos de vida saludable, como una alimentación saludable y el ejercicio físico, ayudan a controlar los niveles de colesterol, y que los fármacos son un complemento a estas medidas.
Estenosis carotidea
La arteriosclerosis de las arterias carótidas, encargadas de llevar la sangre desde el corazón hasta las arterias cerebrales, es una de las principales causas de ictus. A los pacientes con ictus y una estenosis u obstrucción importante (de forma habitual de más del 70%) se les suele intervenir para tratar la estenosis y reducir el riesgo de un nuevo ictus. Esta intervención puede realizarse mediante una cirugía, llamada endarterectomía, o con una intervención endovascular, que consiste en la dilatación de la estenosis y la colocación de una malla metálica (stent).
Con frecuencia, la estenosis de la carótida se detecta en personas que no han tenido un ictus, cuando van a realizarse por ejemplo una ecografía antes de una cirugía cardiaca o durante un chequeo médico. A pesar de que hace años se intervenían este tipo de patologías, estudios recientes han demostrado que con los tratamientos médicos actuales (fármacos antiagregantes, estatinas, complementado con dieta y ejercicio físico) el riesgo de tener un ictus es mucho menor, por lo que la intervención no se indica, de forma general, en estos casos.
Causas del ictus hemorrágico o hemorragia cerebral
Presión arterial alta. La hipertensión arterial (valores superiores a 14/9) es una enfermedad crónica de las arterias que, no solo provoca su obstrucción, sino también su rotura, y puede causar hemorragias cerebrales. Estas hemorragias suelen aparecer en regiones profundas del cerebro.
Procesos degenerativos (angiopatía amiloide cerebral). Se trata de un proceso en el que una sustancia llamada amiloide se deposita en las arterias. Es más frecuente en edades avanzadas y causa deterioro cognitivo y hemorragias cerebrales en zonas próximas a la superficie cerebral.
Hemorragias secundarias a malformaciones vasculares cerebrales. Aunque son menos frecuentes, las hemorragias intracraneales pueden producirse por la rotura de vasos sanguíneos anormales.
Aneurismas cerebrales
Los aneurismas cerebrales son dilataciones de las arterias cerebrales causadas por debilidad de sus paredes. Normalmente, no provocan ningún síntoma, pero en caso de rotura pueden provocar una hemorragia subaracnoidea; un grave sangrado en el interior del cerebro y que tiene una gran mortalidad. Con frecuencia, causa secuelas graves por lesión del cerebro.
Cuando ocurre una hemorragia subaracnoidea, se debe reparar el aneurisma, ya sea mediante una intervención endovascular o mediante cirugía, para evitar que el aneurisma vuelva a sangrar. Sin embargo, cada vez es más frecuente detectar aneurismas cerebrales por casualidad, en pruebas de imagen como el TC o la resonancia magnética cerebral realizadas por algún otro motivo. En esos casos se recomienda tratar el aneurisma para evitar una hemorragia subaracnoidea en las situaciones en que el riesgo del sangrado es mayor que el riesgo de una intervención sobre el aneurisma.
El factor de riesgo más importante en la rotura de un aneurisma es su tamaño, que aumenta de forma significativa a partir de los 7 mm. Otros factores que determinan el riesgo son la localización del aneurisma (los localizados en las arterias de la parte posterior del cerebro tienen mayor riesgo de rotura), el género (el riesgo es mayor en mujeres) y la edad (aunque el riesgo de rotura aumenta con la edad, en personas jóvenes hay un mayor riesgo acumulado de rotura a lo largo de su vida).
Tanto si se decide tratar el aneurisma como si no, se deben controlar los factores que favorecen su rotura, como son la hipertensión arterial y el consumo de tabaco.
Foramen oval permeable
El foramen oval permeable es una comunicación entre las cavidades derechas y las izquierdas del corazón. Esta comunicación existe durante el desarrollo del feto y se cierra en el nacimiento. Sin embargo, queda abierta de forma parcial en más de una de cada cuatro personas.
El foramen oval permeable es frecuentemente asintomático y se descubre de forma casual con la realización de pruebas en las que se desconoce la causa del ictus y sin saber que el foramen oval es el responsable.
El problema del foramen oval permeable es que un trombo que de forma normal no llegaría a las arterias del cerebro, puede llegar a hacerlo. Es lo que se conoce como embolia paradójica. Por este motivo, en los casos en que se demuestra que un ictus ha ocurrido como consecuencia de una trombosis venosa, se investiga el motivo de esta trombosis.
En la mayoría de los casos no está indicado intervenir el foramen oval permeable, entre otros motivos porque este tipo de ictus tienen un riesgo muy bajo de repetirse. Sin embargo, la intervención podría ser beneficiosa en pacientes jóvenes con un foramen oval grande que han tenido un ictus y en los que se han descartado el resto de causas de ictus.
En los casos que se decide practicar una intervención, se accede al corazón a través de los vasos sanguíneos y se cierra el foramen oval permeable. A parte, se prescribe un tratamiento anticoagulante.
Ictus e hipertensión arterial
La hipertensión arterial (HTA) o presión arterial alta (valores superiores a 140/90 mmHg), es el principal factor de riesgo para sufrir un ictus, tanto de tipo isquémico (infarto cerebral) como hemorrágico (derrame cerebral). La presión arterial elevada daña progresivamente las arterias del cerebro, favoreciendo la formación de placas de ateroma, la rigidez de las arterias y el riesgo de rotura de los vasos sanguineos.
Importancia del control de la presión arterial
Un buen control de la tensión arterial puede reducir hasta en un 40% el riesgo de ictus. Para ello, es fundamental:
Seguir hábitos de vida saludable, como:
- Mantener una alimentación saludable y equilibrada, con reducción del consumo de sal, grasas saturadas y ultraprocesados.
- Evitar el tabaco y el alcohol.
- Realizar actividad física de forma regular, al menos 30-45 minutos al dia.
Control de la presión arterial periódicamente, especialmente en personas con factores de riesgo cardiovascular.
Cumplir con el tratamiento antihipertensivo: si se ha prescrito medicación, es fundamental tomarla de forma regular de acuerdo con las indicaciones médicas, ya que la falta de cumplimiento en la toma del tratamiento es una de las principales causas de mal control de la HTA y de recurrencia de ictus.
El control de la hipertensión no solo previene el ictus, sino que también reduce el riesgo de deterioro cognitivo y demencia vascular en el futuro.
Información documentada por:




Publicado: 20 de febrero del 2018
Actualizado: 24 de julio del 2025
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