El diagnóstico de cualquier enfermedad depende de la historia y del conjunto de síntomas y signos que presente el paciente, valorando la situación epidemiológica y otros muchos datos interpretados por el profesional. No hay una sola prueba diagnóstica, sino que incluye varias posibilidades. A partir de aquí, se considera y valora la práctica de determinadas exploraciones complementarias y pruebas de laboratorio.
En enfermedades infecciosas es muy importante disponer de pruebas que identifiquen de forma rápida de qué microorganismo se trata, dado que permite tomar decisiones respecto al manejo y tratamiento más adecuados.
Reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Para identificar el SARS-CoV-2 se dispone de la prueba de PCR que se realiza en un laboratorio de Microbiología y que se considera el estándar de referencia para el diagnóstico molecular. La prueba tiene una buena sensibilidad (probabilidad de que una persona con COVID-19 tenga un resultado positivo de la prueba: no da resultados falsos negativos) y una buena especificidad (probabilidad de que una persona sin COVID-19 tenga un resultado negativo de la prueba: no da resultados falsos positivos).
Las pruebas moleculares detectan el virus en la muestra amplificando su material genético hasta niveles que permiten su detección. Por ello, las pruebas moleculares se utilizan para confirmar una infección activa, por lo general a los pocos días de la exposición y en torno al momento en el que suelen empezar los síntomas. La prueba puede ser negativa en etapas iniciales de la infección, por lo que en estos casos puede proporcionar una falsa sensación de seguridad. La prueba que detecta el RNA del virus, puede no reflejar la presencia de virus viables (con capacidad de infectar). Este puede ser el resultado al final de la enfermedad: el paciente está bien, está curado, pero la PCR sigue siendo positiva.
Frotis de las secreciones nasales o fariíngeas. La PCR también tiene limitaciones por lo que la calidad de la muestra obtenida mediante un frotis de las secreciones nasales o faríngeas es fundamental.
Les pruebas de diagnóstico rápido o de antígenos detectan las proteínas del virus. Se caracterizan porque son más rápidas y económicas que las PCR, pero menos precisas. Funcionan mejor cuando hay más virus circulando, es decir, cuando la persona se encuentra en la fase más infecciosa de la enfermedad.
Las pruebas de anticuerpos. Estas pruebas no sirven para diagnosticar la COVID-19. Son pruebas de anticuerpos que detectan si la persona ha tenido una infección en el pasado, aunque no haya tenido síntomas. Con una muestra de sangre se detectan los anticuerpos generados tras el contagio. Los anticuerpos se desarrollan al cabo de días o semanas después de pasar la infección.
Este tipo de pruebas se realiza solo en laboratorios debidamente acreditados y en aquellos casos en investigación que cumplen los criterios epidemiológicos y clínicos establecidos en el protocolo.
Estudio de contactos
Para evitar la propagación de la epidemia de COVID-19 es clave identificar y diagnosticar de forma rápida los casos positivos para poder aislarlos y comenzar el estudio de contactos estrechos para establecer las medidas oportunas.
Una vez se detecta un caso, comienza la búsqueda de los posibles contactos. Es importante saber que todos estos contactos son personas sanas; son sólo contactos. Son personas que han compartido con la persona con el virus un espacio común (trabajo, domicilio, reunión, viaje).
No todos los contactos tienen el mismo riesgo. Se distingue entre contactos cercanos o estrechos y contactos casuales o no estrechos.
Un contacto estrecho es aquella persona que ha compartido espacio con un caso positivo a menos de 2 metros de distancia, durante más de 15 minutos, sin protección y dentro de las 48 h previas al inicio de los síntomas o de la realización de la prueba diagnóstica (en el caso de que la persona positiva no haya tenido síntomas).
¿Qué debe hacer una persona designada como contacto estrecho?
Una persona que ha sido designada como contacto estrecho de un caso positivo debe realizar un aislamiento en su domicilio durante los 10 días posteriores al contacto. Debe estar localizable, registrar su temperatura dos veces al día y avisar de manera inmediata si aparecen síntomas (tos, fiebre, dificultad respiratoria).
Su equipo de atención primaria se pondrá en contacto con él o ella para programar una prueba diagnóstica (PCR o test de antígenos).
Pasados los 10 días de confinamiento domiciliario, si no hay incidencias, el Servicio de Vigilancia Epidemiológica indicará que ha finalizado la vigilancia y, a partir de aquí, se debe hacer vida normal de nuevo.
No es necesario que las personas consideradas como contactos casuales se queden en aislamiento. Únicamente se les informa de cómo proceder en caso de que tengan síntomas.
El contacto de un contacto no es un contacto. No hay que hacer nada.
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Antoni TrillaConsultor Sénior del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología
Eduard Vieta PascualPsiquiatraJefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología
Gema Maria Lledó IbáñezMédico internistaServicio de enfermedades autoinmunes
Jacobo Sellarés TorresNeumólogoServicio de Neumología y Alergia Respiratoria
Josep M. Miró MedaMédico Enfermedades Infecciosas, HCBPresidente
Josep Maria PeriPsicólogo clínico
Maica RubinatEspecialista en Medicina del DeporteSecretaria General del Deporte y la Actividad Física de la Generalitat de Catalunya
Mariona ViolanEspecialista en Medicina del DeporteSecretaria General del Deporte y la Actividad Física de la Generalitat de Catalunya
Publicado: 12 de marzo del 2020
Actualizado: 12 de marzo del 2020
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